martes, 30 de julio de 2013

Espero.

Empezó como un malestar, pero más abajo del pecho, donde mi mamá me cuenta que queda la boca del estomago. No duele, solo incomoda, da ganas como de hablar de decir algo, aún y cuando las palabras es estos días no se verbalizan tanto como espero creer que en algún momento si. Ella no sabía cual era el camino, pero ya tenía las intenciones de recorrerlo. No era hacia el olvido, en verdad no, era hacia una maquina elimina-nudos, para arrancarse el que se le estaba armando ahí, en la boca del estomago. 

Saben como algunas veces, como muchas creo, todos sentimos que la realidad se siente como de mentiras, como que toca reconstruirla, y esas veces pasan y uno se da cuenta que no, que la realidad cambia pero no se reconstruye, porque un segundo después que pasa ya no es presente, ya pasó. Pues así estaba ella sentada al borde de la cama, recordandose que no quedaba más por hacer que simplemente esperar, tal vez leer un poco para vivir otro mundo, pero es otra forma de esperar.


lunes, 22 de julio de 2013

No es una tormenta.

Me rehusó a pensar que el amor tiene que venir vestido de dolores y tristezas, como si fueran reglas obligadas para vivirlo. Es como si el hecho de que ella hubiera despertado cuatro días sin sus palabras fuera un solo capricho a llenar, un vacío estúpido por una ausencia irreal, y en verdad, fue la más real de sus ausencias. Si es cierto eso de que no todo se sabe de nadie jamás, pero esto que sabía ahora le daba miedo. No, no pretendía desconfiar del amor profesado, y no lo hacía porque sabía que era otro amor, uno que se escapo de las sabanas de cualquier hotel, uno que solo se consumía en las palabras, las noches y los abrazos que se regaban de ellos sin control, un amor sin un estado civil, entre dos personas que sabían que era más real que todo. Pero temía, temía que de ese amor hubieran cosas más peligrosas que los sentimientos, y luego de cuatro noches temía, como si fuera un gato en sigilo, espantarlo de nuevo con un brusco agitar. No entendía como caminaron esos tiempos en caminos ajenos a su realidad, no entendía como podía extrañarlo cuando habían pasado tantas otras noches sin su presencia. Era esto, este raro asunto de saber que la lejanía no fue en esta ocasión espontanea, que tuvo un trágico momento de ira, que había una intención sobre esta lejanía. Saben como ella da cosas por sentado todo el tiempo, y tener unos días en los que seguía diciendolo, llamandolo frente a todos como su única realidad pero sintiendo en el fondo la incertidumbre de su perdida, fue como perderse a si misma, allá a su lado. Me rehusó a pensar que el amor duele, porque los veo y no puedo pensar que ella con su pecho inflado de él, y el con esa mirada puedan perderse por siempre en un tormentoso momento cómo este. Y pretendo aprender de este amor, que tiene las pretensiones de ser más real que el de Julieta y envenenado Romeo, porque será más legitimo que lo que un beso pueda profesar.

jueves, 18 de julio de 2013

Mis muertes.

¿Cuántas veces morimos? Aprendiendo a vivir una vida para una muerte, todo el tiempo decimos morir, aún y cuando nos podemos reprochar lo estúpido que eso puede sonar, porque seguimos respirando, decimos que morimos. Pero es solo otra cosa de las que nos han enseñado a aprender. Si nos sentimos renacer, una y otra vez, también morimos. ¿Cuántas veces más moriré antes de no volver a renacer de nuevo?

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